
Un jurado popular español declaró culpable de asesinato a un colombiano acusado de la muerte de un varón en octubre de 2002 en Bilbao (norte de España), a quien se atribuyen otros cuatro crímenes en serie a hombres homosexuales que conocía en aplicaciones de citas.
El veredicto del jurado, que se hizo público este miércoles, consideró que el acusado también es culpable de robo con violencia a su víctima, estafa y usurpación del estado civil.
El joven colombiano estaba ya en prisión, ya que fue condenado en otra causa a diez años de prisión por intento de homicidio, así como a dos años y tres meses por un delito de estafa continuada tras vaciar las cuentas de otra víctima.
El jurado, integrado por siete hombres y dos mujeres, le consideró culpable de asesinato y robo con violencia por mayoría, y de estafa y usurpación de estado civil por unanimidad.
También fue unánime en la negativa a una posible petición de indulto.
La Fiscalía pidió una pena de 34 años y medio de prisión (25 por asesinato, cinco por robo con violencia, tres por estafa y uno y medio por usurpación del estado civil).
La acusación particular, ejercida por una asociación de defensa de los derechos LGBTI, solicitó 39 años de cárcel y la prohibición de residir en la misma localidad que los familiares de la víctima durante diez años, así como una indemnización de 150 mil euros.
Además de las cinco muertes que se le atribuyen, los investigadores también le consideran autor de dos intentos de homicidio ocurridos en fechas cercanas –con una frecuencia de dos al mes– y con un mismo perfil de víctimas: hombres homosexuales de entre 43 y 73 años y que vivían solos.
En todos los casos, los cadáveres aparecieron en posturas similares, sin la puerta exterior de la vivienda forzada, y eran residentes en un radio cercano, así como usuarios de aplicaciones de contactos
“La orientación sexual suponía una característica fundamental; era un nicho de mercado”, según declararon los agentes investigadores.
Las cuentas bancarias de todos los fallecidos tuvieron movimientos tras su muerte y, en varios casos, tenían memorizado en sus teléfonos el número del supuesto agresor.
Fuente: Milenio