Redacción de RTN Medios
Un año después del asesinato de una de sus hijas, Idalia Valenzuela se presenta en la audiencia frente al presunto hombre que asesinó a su hija Alma Lourdes.
Esa mañana del 19 de agosto, Idalia Valenzuela vería a su hija Alma por última vez. A las 6:30 de la mañana, la madre de 30 años llevó a su pequeña hija de 8 años con su abuela para ir al trabajo, ya que ella, al ser encargada de la carnicería, abría a las 7 de la mañana al público. Alma Lourdes jamás imaginó que horas más tarde sucedería algo que cambiaría para siempre las cosas.
Fue antes de las 10 de la mañana cuando Idalia se enteró de que Alma Lourdes había tenido un altercado con un cliente que tenía más de dos semanas acosando a su hermana Ana Itzel, quien también laboraba en la carnicería. El hombre, según relato de testigos, acosaba por medio de llamadas al trabajo y la acechaba. “Yo tengo mucho dinero”, recuerda que era una de las frases que le decía a la joven para hostigarla. Asustadas por la situación, hablaron en varias ocasiones con el cliente, a quien reconocen como Hilario, un cliente frecuente de la carnicería.
No fue hasta la fatídica mañana del 19 de agosto de 2023 cuando Hilario acudió nuevamente y comenzó a hostigar a Ana Itzel diciéndole “cosas”. Le pidieron que se retirara del lugar y no volviera más, que dejara en paz a la joven. Su hermana Alma Lourdes, protegiendo a Ana y además encargada de la tienda, se presentó y, de una manera formal y respetuosa, le pidió que se retirara. Sin embargo, eso alteró aún más a Hilario y, ya iracundo por la ira, decidió ponerse agresivo. Un compañero de trabajo de Alma intentó detenerlo, pero Hilario se puso más agresivo con ambos. Todo quedó registrado en un video que se hizo viral.
Llamaron a la policía municipal, que acudió al lugar. Sin embargo, al no encontrarse el cliente en la tienda, determinaron catalogarlo como una riña y no le dieron peso al acoso previo que les mencionaron. El asunto quedó ahí.
Alma Lourdes llamó a Mariana, otra de sus hermanas, y le narró lo sucedido, muy estresada, preocupada y alterada porque “nunca le había pasado algo así”. Idalia se quedó preocupada y con la intención de ir a platicar con Alma para ver qué había pasado, pero le dijeron que no se preocupara, que todo estaría bien. “Creímos que de ahí no iba a pasar”.
La tragedia venia en camino, horas más tarde, un hombre entró armado y, haciendo un pase de lista, pidió cuentas de los dos que lo habían retirado de la carnicería. El joven no se encontraba, ya que había salido temprano, pero quien sí estaba en el lugar era Alma Lourdes, que se encontraba detrás del mostrador. El hombre armado le pidió que se levantara, y ella, con miedo, le dijo “perdóneme”. Sin mayor palabra, la ejecutó delante de todos y se fue.
Fue poco antes de las 4 de la tarde cuando Idalia recibió la llamada que ningún padre o madre quiere recibir: “Mamá, le dispararon a Alma”. Salí corriendo de mi casa, creí que no había escuchado bien. Llegué a la tienda y no podía creer ni entender lo que estaba pasando.
Mientras Idalia, como testigo indirecto, narra delante del juez que juzgará si el imputado es inocente o culpable, el presunto culpable yace sentado con los ojos cerrados y la cabeza recargada en la pared de la sala de audiencias.
Juez: Señora Idalia, tranquila, tómese su tiempo…
Con llanto y nerviosismo, Idalia pide paciencia porque le dolía mucho tener que recordar todo lo sucedido con tanto detalle.
Idalia: “Me es muy difícil volver a recordarlo”.
MP de la fiscalía le pregunta: ¿Cómo ha sido su vida después de la muerte de Alma?
Idalia: “Ha sido muy mala, mi salud, no la he pasado nada bien. No ha sido nada fácil después de la muerte de Alma”.
Defensor de Alma Lourdes: ¿Qué pasó el día y hora en que usted llegó a la carnicería donde trabajaba su hija Alma?
Idalia: Entendí que Alma no estaba bien. Me impidieron entrar, todo era un caos. No podía ni respirar. No entendía cómo alguien, por una discusión, podía hacerle algo así a mi hija.
Ha pasado un año desde que una madre perdió a su hija, hermanas a su hermana, una hija a su madre. Alma no ha sido olvidada, y más de 43 personas estaban esperando por horas para ser llamadas como testigos de los hechos que se le imputan al presunto asesino de su hija. El mismo hombre, que apenas hace un año se veía fuerte como un roble, hoy luce decaído, con bastón y enfermo. Durante toda la audiencia, no miró jamás de frente a la madre de Alma Lourdes, mantuvo los ojos cerrados y recargado en una pared de la sala, alegando sentirse mal de salud, según el perito médico, por “ansiedad y ayuno”.
“Solo de la mano de Dios he podido sostenerme”, me narró su madre antes de ingresar a la sala. El juicio continuará en los próximos días.